martes, 10 de abril de 2018

Los Temituestes y las gotas multicolor

No llovía pero había gotas. No dolía pero una nostalgia tornasolada le mojó los ojos, y ahí salió el Temitueste, como quien no quiera la cosa, como quien goza la prosa, a ver qué pasaba.

Encontró seis arco iris en el piso. Los levantó, como debe ser. Encontró una mañana fresca que le rozó la cara. No encontró mucho más hasta que abrió los ojos y le pareció que cerca había una fiesta a la que no estaba invitado, como a tantas otras, así que sonrío.

Pero las gotas estaban ahí, amarillas, rojas, violetas y preciosas. Tomó una. Hoy no recuerda bien qué color tenía, pero sí que la tomó. La tomó como se han de tomar las gotas, con sed. Y de golpe, de consecuencia, uno de los arco iris que había ayudado a llegar al cielo que es como el suelo pero al revés, le hizo una guiñada.

Desde ese entonces, desde esa primera lluvia sin llover, cada vez que un Temitueste ve una gota multicolor le escribe un poema tonto y sincopado, la sopla y respira el aire que le empapa de luz. 

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