lunes, 30 de julio de 2012

Los temituestes y las Olgas


Todo temitueste sabe que hay nombres que suenan a hazañas, a superhéroes y cuentos de esos en los que uno quisiera haber estado para pelear con magia o rayos láser, duendes o androides, perros y unicornios y/o vampiros y zombies o todos juntos y a la vez. Nombres que llevan quienes empuñan espadas, derrumban dragones y salvan ancianas y niños día a día. Pero también descubrieron que hay nombres que no le quedan bien a nadie o, a lo sumo, a un grupito muy específico de personas que, aunque no les favorece, les va.

No hay temitueste que dude en poner un “Doña” delante de un Olga. Toda Olga es, en definitiva, Doña Olga.

Esto es tan obvio como tremendo, porque toda Doña Olga hace tiempo, muchísimo tiempo atrás (como un millón de vueltas de reloj o cuatro helados de esos que no se toman solos y se van derritiendo juntos con uno), todo ese tiempo atrás, Doña Olga era chica. ¡NO! ¿Perdón? ¡Error, ¡eeeeerrooooooooor…! ¿Cómo que Doña Olga fue chica? ¿Cómo que no había moños espantosos en su cabeza?, ¿ni vestidos tristes ni rezongos fáciles? Porque nadie de chico puede ser así, ¿o acaso sí?, ¿acaso hay chicos que se arrugan como enojos?, ¿existen entonces niños que en vez de alfajores prefieren caras largas, que cambian las risas de las hamacas por lo aburrido de los sillones?, ¿los secretos por los caprichos?, ¿las corridas por las rodillas sanas?, ¿los bailes por la vergüenza? ¿Acaso hay niños así?

Pobres, ellos, y pobres las Olgas que no lograron hacerles cosquillas a las Doñas. 

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